Franixiis Mane Gabriel
Delanne nació en París el 23 de marzo de 1857, pocos días antes de la aparición
de «El Libro de los Espíritus». Su padre, Alexandre Delanne
y su madre, Marie Alexandrine Didelot, estuvieron entre los primeros que
abrazaron la naciente doctrina espiritista, codificada por Allan Kardec, de
quien fueron los grandes amigos. En su domicilio funcionaba un pequeño grupo
espírita, actuando ella como médium escribiente. Tal fue el ambiente
espiritista en que nació y creció quien llegaría a ser uno de los más
destacados representantes del Espiritismo, especialmente en su faz
científica. Kardec visitaba regularmente a la familia Delanne y
se complacía en llevar juguetes para el pequeño Gabriel y en sentarlo en sus
rodillas mientras conversaba con sus padres. Gabriel contaba doce años cuando
el Codificador desencarnó, el 31 de marzo de 1869. Toda su vida conservaría
filialmente el recuerdo de ese hombre especial, que le guió en su trabajo
escolar y que tanto influyó en la configuración de su personalidad.
Inicialmente fue alumno del colegio del Cluny y después, con su hermano Emest
cursó en el colegio de Gray. Luego realizó estudios superiores en la Escuela
Central de Artes y Manufacturas. Trabajó hasta 1892 como ingeniero en la
Compañía de Electricidad, compartiendo el tiempo entre su trabajo y la
actividad espírita. En ese año tomó la representación de una casa de comercio y
viajó por toda Francia, aprovechando sus desplazamientos, siguiendo el ejemplo
de su padre, para hacer intensa propaganda en favor del Espiritismo.
Infelizmente, Gabriel Delanne no tuvo buena salud. En el curso de los años su
condición física se fue agravando. En 1906, la parálisis de sus
piernas le obliga a sostenerse sobre dos bastones. Ya para 1914, al
inicio de la primera guerra mundial, se movilizaba en silla de ruedas y
estaba completamente ciego. Aun así nunca abandonó sus tareas
como conferencista y escritor.
En 1883 apareció su primer libro «El Espiritismo ante la
Ciencia», que marcaría la tónica de las que seguirían después, dando
así plena vigencia al pensamiento de Kardec: «El verdadero carácter del
Espiritismo es el de una ciencia y no el de una religión». En 1896,
se publicó «El fenómeno espírita». En ese mismo año fundó «La
Revue Scientifique et morale du Spiritisme», la cual
conquistó una alto prestigio en los medios espíritas, metapsiquistas y
culturales europeos y que digirió hasta su fallecimiento. Un año después se
publicó su tercer libro: «La evolución anímica», una obra
magistral acerca de la evolución de las especies y la evolución reencarnatoria
del espíritu, con un notable estudio acerca de las funciones del periespíritu.
En 1899 aparece su cuarta obra «El alma es inmortal» y un año después
«Investigaciones sobre la mediumnidad», que se constituyó en un texto de
obligada consulta por todos quienes desean conocer la naturaleza del fenómeno
mediúmnico, y su diferenciación con respecto a los disturbios psicopatológicos,
los hechos anímicos y los fraudes. Sus dos últimos libros fueron: «Apariciones
materializadas de vivos y muertos»(1909) y «La
reencarnación» 1924).
Delanne fue presidente de la Sociedad Francesa de Estudios Psíquicos y de la
Unión Espírita Francesa, instituciones que lograron reconocimiento y prestigio
gracias a su intensa actividad como expositor y conductor de trabajos
científicos. Participó en varios Congresos espiritistas internacionales
(Bruselas, 1884; Londres, 1898; Par = 1900) en los cuales defendió las tesis
reencarnacionistas y espíritas con toda la fuerza de su talento y con el respaldo
de su trabajo como investigador y experimentador. Los metapsiquistas de su
tiempo así como los parapsicólogos posteriores reconocen en Delanne, independientemente
de aceptar o no sus conceptos espíritas, a uno de los más insignes cultores de
las ciencias psíquicas.
Desencarnó el 15de febrero de 1926. El acto fúnebre fue completamente
civil y laico. Su cuerpo fue incinerado y la urna con sus cenizas fue colocada
en el panteón familiar, en el cementerio de Pére Lachaise, muy cerca del dolmen
de Allan kardec. En la nota de prensa que invitaba al acto de despedida en el
cementerio, se puede leer: «Bien que este entierro sea civil, el difunto
recuerda su creencia en la existencia de Dios, en la inmortalidad del alma, en
la reencarnación en todo lo que ha afirmado en sus escritos y en la
comunicación ente los vivos y los muertos».
Si el Espiritismo tuvo en Kardec a su codificador y en León Denis a su filósofo
más profundo, encontró en Delanne a su más alto representante científico.