Sabio naturalista inglés
nacido en Usk (Gales) el 8 de enero de 1823 y fallecido en Old-Orchard el 7 de
noviembre de 1913. Fue presidente de la Sociedad de Antropología, miembro de la
Sociedad Real de Londres, de la Sociedad Británica para el Avance de la
Ciencia, de la Sociedad Dialéctica, de la Sociedad de Estudios Psicológicos, y
de otras corporaciones científicas.
Atraído por su afición a las ciencias naturales viajó por vastas regiones de la
América del Sur y el archipiélago malasio, donde recogió magníficas colecciones
entomológicas y ornitológicas.
Se le considera el cofundador, junto con Darwin, de la moderna doctrina
evolucionista. Sus propios estudios, independientes de los realizados por el
ilustre autor de «El origen de las especies», le llevaron a la convicción
acerca de las transformaciones incesantes que sufren los seres vivos mediante
los procesos de la selección natural.
A partir de 1865 participó en sesiones donde se experimentaba con el magnetismo
animal o mesmerismo y las mesas parlantes. Este fue el punto de partida de sus
estudios sobre Espiritismo que prosiguió durante toda su vida. Alcanzó una
amplia experiencia en el campo práctico de los fenómenos mediúmnicos, pues tuvo
la oportunidad de realizar sesiones con los más conocidos médiums de su tiempo,
bajo reglas, por él establecidas, de verificación y control. Así pudo
presenciar variadísimas manifestaciones de efectos inteligentes y de efectos
físicos, que incluían raps, materializaciones, levitaciones, aportes,
clarividencias, premoniciones, escrituras automáticas, xenoglosias, etc.
Escribió en numerosas revistas sustentando los principios de la filosofía
espirita que ardientemente defendía. Dio conferencias en Inglaterra y en
Norteamérica, y polemizó con los adversarios del Espiritismo en la tribuna y en
la prensa escrita. A ellos les aclaraba:«He sabido que algunos de mis amigos
científicos creen que estoy alucinado y que las ideas expresadas en mis
escritos perjudican notablemente mi reputación como naturista y filósofo.
En la época en que empecé a estudiar los fenómenos espiritistas, era yo un
filósofo escéptico y me complacía en leer las obras de Voltaire, Strauss y
Vogt. Fui un materialista tan firme en mis ideas, que en aquella época me era
imposible concebir la existencia del alma y no creía que hubiese en el Universo
más que fuerza y materia. Pero los hechos son muy elocuentes y ellos me
convencieron de la verdad del Espiritismo.
Por inducciones fundadas en los fenómenos que he observado, llegué a estas con
conclusiones.
1.- Existen seres inteligentes de diversas categorías y que están fuera de la
naturaleza corporal.
2.- Aunque generalmente intangibles e invisibles para nosotros, estos seres
pueden obrar sobre la materia e influir sobre nuestra alma. Estoy seguro de que
he seguido un método estrictamente científico para llegar al establecimiento de
estas proposiciones.
La teoría del Espiritismo no solamente nos explica todos los hechos
indebidamente considerados como sobrenaturales, sino lo que es más notable, nos
da a conocer la naturaleza de nuestra existencia presente y futura, es también
la única teoría que sobre este particular está de acuerdo con las ideas
filosóficas y científicas modernas» .En los últimos años de su vida sus ideas
sobre la selección natural se fueron distanciando de las de Darwin, particularmente
porque consideraba que la presencia de un factor espiritual animando la vida
colocaba un dato significativo para la comprensión de los procesos evolutivos.
Explicaba la evolución en su doble faz biológica y espiritual, asegurando la
continuidad morfológica y psíquica.
Sus principales libros en el tema espírita fueron: «Los milagros y el moderno
espiritualismo», «¿Existe otra vida?», «Defensa del Espiritismo»...
Como William Crookes y otros hombres de ciencia ingleses, Russell Wallace no
vaciló en arriesgar su reputación científica en defensa de sus convicciones
espíritas. Desencarnó a los 90 años, respetado en el mundo académico y
científico y muy querido en el movimiento espírita mundial.